Después del Clásico los madridistas están deprimidos, tienen razones para estarlo, pero no es propio de un equipo como el Real Madrid, el equipo del clavo ardiendo, de la Séptimay de las cinco copas de Europa consecutivas, bajar los brazos. El Madrid se ha caracterizado a lo largo de su historia por ser un grande, la historia y la leyenda no es algo que se destruya fácilmente, responde a un carácter, a un código que en el caso del antiguo club de don Santiago Bernabéu consiste fundamentalmente en aspirar siempre a la conquista de todos los títulos, lo que pasa por disputar cada minuto con la máxima intensidad y calidad posible.
El conjunto blanco juega esta tarde contra el Auxerre, ha conseguido la primera plaza en Champions, una competición ilusionante. Mourinho no ha perdido de repente toda su capacidad como técnico, la cual le llevó a alzarse con la Champions en dos ocasiones con dos equipos distintos, Oporto e Ínter, y a disputar una final con el Chelsea inglés. En el Ínter de Milán, en la fase de grupos del pasado torneo, su equipo cayó derrotado estrepitosamente en el Camp Nou, por tres a cero, en un baño que pudo acabar perfectamente en manita. El duelo se esperaba con interés y el Barcelona salió ampliamente reforzado de aquel partido, nadie se hubiera atrevido a decir en alto que el Ínter de Milán tenía opciones de ganarlo todo ese año. En Invierno, el club de Massimo Moratti, cumpliendo con unas de las exigencias del técnico luso, se hizo con los servicios de Pandev, un delantero centro, indispensable para el esquema de Mou. Todavía están en la retina tanto la final del Bernabéu como las semifinales frente al equipo de Pep Guardiola.