El derby de esta noche se ajustó plenamente a todas las expectativas. Un partido disputado, donde ambos conjuntos salieron decididamente a ganar, plagado de oportunidades para ambos bandos, espectacular en algunas de las actuaciones de las grandes estrellas que se concitaban. Y con victoria del Real Madrid. Resulta supérfluo hablar de la maldicición que persigue al conjunto colchonero cuando se enfrenta a su vecino, en esta ocasión, los hinchas de la ribera del manzanares ni siquiera pueden esgrimir la manida coartada del arbitraje, pues el penalty que decidió la contienda fue justo y, además, tanto la expulsión de Van Nistelrooy como los dos goles anulados a los blancos fueron rigurosos, por no decir injustos. No así la sanción de la agresión de Perea a Sneijder.
Sin tiempo para que en las gradas del Calderón muchos de los aficionados que, ilusionados, se amontonaban, tomasen asiento, Van Nistelrooy adelantó a los merengues con un disparo desde fuera del área ajustado al palo que debería cubrir el portero. A favor de Leo Franco se puede alegar que el delantero holandés lo despistó con la mirada. En su contra, que el gol es marca de la casa, hace poco de menos de un mes consiguió otro muy similar frente al Rácing.
Sabíamos, antes del tanto, que los de Aguirre habían presentado un esquema extraño, un nuevo invento de la ingeniería futbolística, el tetravote. Cuatro centrocampistas con idénticas competencias componiendo una muchedumbre de cuerpos e ideas que se embrollaban entre sí, lejos de aportar claridad al juego. Aguirre parece ser un entrenador desmesurado, o sin volantes o con todos juntos. La virtud está en el justo medio, decía un sabio de la antigua Grecia.
Así las cosas, con un gol a favor y con el Atlético apelmazado en la medular, el Madrid tomó las riendas del choque. Primero fue Sneijder, con un potente y sinuoso chut desde fuera del área que Leo Franco despejaría al larguero, después el propio Van Nistelrooy con un gol a la salida y reentrada de un córner que debió subir al marcador. Solo Agúero, demasiado escorado a la banda todo el choque, conseguiría inquietar la meta madridista con una jugada personal que reflejaba perfectamente la nula capacidad de peligro de los rojiblancos. Entre una maraña de piernas ajenas, debido a la ausencia de ayudas por los costados en el ataque, consiguió sacarse un disparo que se iría rozando la cepa del poste. Producto de su exceso de genialidad, no del exceso de elaboración.
Antes de la expulsión de Perea por un manotazo a Sneijder que propició que sangrara más de diez minutos, Raúl marcaría el tercer gol virtual del Madrid. El 7 estaba en línea con Heitinga y, tras recibir un balón de Higuaín, se marchó de Leo Franco para poner la sentencia. No solo no subió el gol al marcador, sino que, tan solo nueve minutos después de la expulsión del lateral colombiano, Van Nistelrooy recibió una tarjeta roja directa por una entrada absurda y a destiempo, sí, sobre Maniche, pero en ningún caso merecedora de tamaño castigo.
El segundo período comenzó con otros bríos, la entrada de Simao y la profundidad de Antonio López por la derecha ponían en jaque una y otra vez a la defensa madridista. El Atlético, pese a que llegaba con soltura hasta la frontal, no se atrevía a soslayar el área, dos disparos de Maniche y otros tantos de Forlán se marcharon a la grada. No obstante, tenían motivos para ello, cuando lo hacían, se estrellaban contra un imponente Pepe. Es por eso que la ocasión más clara antes del gol vino provocada por un error del poli malo de la pareja de zagueros, Cannavaro. El Kun le ganó el velocidad y se marchó como una centella hasta Íker, una vez allí, y como suele ser norma habitual, el mostoleño agrandó su figura hasta el extremo de que la portería, comparada con ella, parecía la de un futbolín.
El Atlético apretaba, Banega y Maniche tomaron el control y Paulo Assunçao cubría eficientemente la ineficiencia de Ufalujsi, esta vez motivada por una lesión muscular que provocó su sustitución por Luis García. Sin excesiva lucidez, pero con verticalidad, el empate se barrutaba y se merecía. Sin embargo, solo después de que Higuaín fallara solo en el área pequeña contra Leo Franco y de que de la Red no acertara a convertir el rechace, pudo lograr las tablas. El fútbol tiene estas cosas, si el Pipita había podido finiquitar el derby en favor de los blancos, un error suyo en la barrera, apenas un minuto después, permitía a Simao colocar el balón en las mayas. Era el último minuto del partido y todo parecía presagiar un 1-1 que dejaba descontento a todos, especialmente a los de Chamartín, que habían hecho méritos más que suficientes en el primer tiempo para solventar.
Drenthe es un fichaje curioso, llegado al Real Madrid con la vitola del mejor jugador joven europeo, no ha dado, hasta el momento, más que contadas muestras de su talento, muchas menos que de su impericia. Cuando está en el terreno de juego uno espera, sobre todo, lo peor. Esta vez no fue así, bien es cierto que contó con la ayuda de su compatriota, Heitinga. En los estertores del duelo recordó a Robinho montado en su cana bicicleta, cuando se marchaba dentro del área hacia la portería, el central holandés le zancadilleó y Clos Gómez redimió en parte su pésima actuación concediendo un penalty justo. Higuaín decidió, igualmente, resarcirse y fulminó la red del cancerbero indio, rubricando la victoria viquinga.
Lo dicho, todo ocurrió tal y como lo imaginábamos, pero de un modo imprevisible. Esto es lo que tienen los grandes partidos de fútbol, en muchas ocasiones conocemos el desenlace, pero la manera de producirse es tan sorprendente que incluso los aficionados colchoneros deben seguir soñando con doblegar en su feudo a su eterno rival.
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