martes, 16 de diciembre de 2008

Lassan Diarra

Probablemente nadie recuerde hoy aquellos tiempos en los que los mediocampistas defendían y atacaban, en los que el doble pivote era un concepto que únicamente aplicaban los técnicos más conservadores. En los que se hablaba del rombo como una alternativa viable para la medular, sistema en el que un único pivote trabajaba en la elaboración y en la recuperación acompañado de un media punta y dos extremos que ayudaban también en defensa. Jugadores como Redondo o Effemberg, o como los clásicos, Pirri y Beckenbauer.

Actualmente, desde la llegada de Makelele al Madrid, de la eclosión tanto en la selección como en el Arsenal de Vieira y de la aparición de Davids en el Ajax, se ha impuesto la tendencia de contratar a un centrocampista defensivo, preferentemente de origen africano y que destaca esencialmente por sus cualidades atléticas en todos los grandes equipos. Diaby en el Arsenal, Essien y Obi Miquel en el Chelsea, Sissoko en la Juventus, Touré Yaya y Keita en el FC Barcelona, Muntari en el Ínter, Assunçao en el Atlético, Emmanuelson en el Ajax y en la selección holandesa... La lista es prácticamente interminable.

Tras la baja del representante de esta categoría de futbolistas en el Real Madrid, Mahmadou Diarrá, la directiva aboga por fichar a un jugador de sus características y hasta con el mismo nombre y procedencia, se apellida también Diarrá, Lassana, y pertenece a una familia maliense. Su valor aproximado es de 20 millones de euros y puede jugar, al igual que Essien, tanto de mediocampista defensivo como de lateral derecho. Garantiza trabajo físico, contundencia y colocación. Quizá su mayor hándicap sea su escasa planta, apenas 1,75, lo que estaría lejos de resolver uno de los problemas que arrastra el conjunto blanco en el medio, poderío aéreo. Tampoco puede colaborar en la elaboración, pues tanto su visión de juego como sus habilidades técnicas distan mucho de ser excepcionales y ni siquiera su paso por el Arsenal fue capaz de mejorarle. Su carácter es díscolo y, debido a eso, no ha triunfado en Inglaterra -actualmente milita en el mediocre Portsmouth-, ni se ha consolidado como titular en la selección de Francia. Para más inri, y como no podía ser de otra manera tratándose del actual Real Madrid, lleva lesionado más de un mes.

¿Seguro que Dani Parejo -mucho más cercano a la otra categoría mencionada arriba- no podría suplir con garantías a Gago -el supuesto heredero de Redondo-?

martes, 9 de diciembre de 2008

La regla de oro

Existe una regla no escrita pero consabida universalmente dentro del fútbol: si el público comienza a solicitar la dimisión del presidente, éste ha de interpretarlo como el mandato expreso de destituir al entrenador. Enunciada de este modo puede resultar un tanto absurda, pero el hecho es que se cumple. Así, por ejemplo, Florentino Pérez se deshizo de hasta cinco entrenadores antes de abandonar el barco merengue durante sus dos últimos años de presidencia. Un caso extremo podría ser el de Jesús Gil que en diecisiete años en el control del Atlético utilizó a veinticinco técnicos diferentes.

Evidentemente para Calderón es diferente, es el primero al que despide y es muy probable que su estancia en el palco del Bernabéu sea tan efímera que no tenga tiempo para más, aunque, según demuestra el caso de Gil, esta conducta puede generar adicción. Además de ser el primero, Schuster se lo había buscado, sus declaraciones con respecto al partido que se dispute el próximo sábado en el Nou Camp son inadmisibles para cualquiera que ame al Real Madrid con un mínimo de honestidad. Durante los últimos meses su comportamiento altanero y displicente ha desquiciado a todos, no solo a los medios, a los que siempre tuvo en su contra, también a los aficionados y, finalmente, a la directiva. Por lo tanto, estamos ante una destitución plenamente justificada desde casi todos los puntos de vista, incluyendo el deportivo. La situación que atraviesa el equipo antes de enfrentarse al eterno rival presenta todos los síntomas de una grave crisis de la que no puede exculparse al germano.

La pregunta es, ¿tiene toda la culpa Schuster de esta situación? Conviene recordar que Calderón obtuvo su polémica elección tras prometer a Robben, Kaká y a Cesc. Únicamente consiguió traer al primero, con un año de retraso y al cual, para más inri, todavía no hemos tenido ocasión de disfrutar más de diez partidos seguidos, buenos o malos. Durante este verano presenciamos el culebrón Cristiano Ronaldo, tras múltiples dimes y diretes, el asunto se saldó con la marcha del que, probablemente, fue el jugador más desequilibrante del equipo durante las dos últimas campañas, en las que se lograron sendos títulos, Robinho. La plantilla confeccionada por la directiva, responsabilidad última de Calerón era, por lo tanto, inferior a la de los años anteriores, situación que el propio Schuster denunció durante la concentración en Irding. ¿Realmente el Madrid tiene un equipo capaz de enfrentarse a los mejores? ¿Realmente este Madrid se parece en algo al que prometió Calderón, al que le prometió al propio Schuster?

La llegada de Juande Ramos llenará las portadas e inyectará un halo de esperanza en la hinchada. Cuando se diluya el efecto de la novedad, si los resultados no acompañan, Calderón tendrá que buscar otro revulsivo. De momento, en un acto de inconmensurable cobardía hipócrita, se achaca toda la responsabilidad de la contratación del castellano a Mijatovic, como si no supiera todo el mundo quién es el que de verdad tiene la última palabra. ¿Será el montenegrino el próximo?

lunes, 8 de diciembre de 2008

Nueve puntos

Si se analiza objetivamente el encuentro frente al Sevilla, abstrayéndonos de la situación que arrastra el conjunto blanco, marcada por una ostensible crisis institucional y deportiva, el aficionado podría encontrar consuelo en el hecho incuestionable de que el árbitro dejó de sancionar un penalty de Palop sobre Higuaín que hubiera supuesto la consagración de la remontada para expulsar incomprensiblemente a Robben, el mejor hombre del partido y la única buena noticia de la noche. No obstante, el fútbol no es solo fútbol, no lo es porque la reacción de los blancos durante la segunda parte fue un dechado baldío de entrega y coraje sin orden ni juego y porque anteriormente los sufridos seguidores que se concitaban en el Bernabéu habían contemplado abochornados una asamblea en la que se pusieron de manifiesto las turbulencias por las que atraviesa la nave blanca. Una nave comandada por un Calderón que probablemente esté viviendo sus últimos meses en la presidencia y cuya errática política de altas y bajas para esta temporada ha configurado un equipo más bien mediocre castigado además ferozmente por las lesiones e incapaz de hilvanar cuatro pases seguidos en el medio del campo.

Tras un arranque prometedor en el que Robben dispuso de la primera ocasión del encuentro, Navas le ganó la espalda a un desconcertante y desconcertado Marcelo para colgar la pelota sobre el área pequeña. Íker no acertó a despejar y el balón fue a parar a Adriano que lo introdujo en la portería entre las piernas de Ramos y Salgado. La mala actuación de Casillas debería considerarse anecdótica, el meta blanco continúa teniendo crédito, pues un mes malo no puede empañar una trayectoria impecable. Sin embargo, dada la actual situación del club, el hecho de que probablemente el hombre más determinante en los últimos tiempos no pase por su mejor momento resulta significativo. Dudar de Íker es dudar de la única certeza que ha poseído este equipo en los últimos tiempos, si desaparece ese aura milagrera, esa estampa de santo de la que ha disfrutado el mostoleño a lo largo de su carrera quedan pocas cosas a la que agarrarse para seguir confiando en este proyecto, equivale a poner en tela de juicio la santísima trinidad y pretender seguir profesando el catolicismo. De continuar así las cosas, esta crisis puede convertirse, al margen de todo lo demás, en una crisis de valores.

Y es que el otro valor irrenunciable al que se ha asido el madridismo, la épica, también naufragó ayer noche. Fue el central, no conviene olvidar este dato, Sergio Ramos, quien en un ataque de histeria cabalgó hasta las inmediaciones del área sevillista para provocar el golpe franco que originaría las tablas. Guti puso el balón en el área para que Raúl con un remate en plancha tras un desmarque marca de la casa convirtiera el gol. Poco duraría la igualdad, tan solo un minuto después Marcelo se llevaría por delante a Navas, en la única forma solvente que encontró de pararlo. Renato centraría para que Romaric, elevándose por encima de Robben, su inexplicable marcador, y de Cannavaro, tendido polémicamente en el suelo tras una pugna con Escudé, adelantara nuevamente a los suyos.

La ventaja en el marcador propició que el Sevilla se replegara atrás e hiciera valer su superioridad en el centro del campo para frustrar las tímidas acometidas blancas. Ni Van der Vaart, ni Guti, ni Gago fueron capaces de orquestar las acciones de ataque y cuando la primera parte se acercaba a su final con un incómodo pero asequible 1-2 en el marcador, Kanouté aprovecharía un nuevo error de la zaga merengue para, tras un rechace, aumentar la diferencia.

En la segunda mitad Schuster decidió dar entrada a Drenthe sustituyendo a un impreciso pero voluntarioso van der Vaart. Es decir, el Madrid decidió renunciar definitivamente al juego y encomendarse con una pasión camicace a la victoria por la vía del empujón, y no le fue del todo mal. Primero sería Higuaín quien tras hacerse con el balón en el centro del campo consiguió llegar hasta la frontal del área para batir con un disparo cruzado y potente a Palop. Gago, tras una asistencia de Guti, fruto de una falta, restablecería el empate. La defensa de los nervionenses se veía desbordada una y otra vez por Drenthe y Robben que penetraban con suma facilidad por ambos flancos, las líneas adelantadas del Madrid taponaban los ataques rivales y el asedio llegó a hacerse asfixiante. La hinchada, que durante el descanso arremetió contra la presidencia, descargaba su animosidad casi homicida contra el equipo visitante y todo parecía presagiar una nueva remontada, una nueva y manida exhibición de épica. En esas llegó el lance decisivo del encuentro. Palop agarró a Higuaín cuando éste se disponía a marcar con la puerta vacía tras una accidentada jugada llevada a cabo por Robben, el árbitro decidió seguir el juego y el aparatoso remate del Pipita desde el suelo se estrelló contra el travesaño. Entonces Robben protestó indignado ante González Vázquez, éste castigó al holandés con la segunda amonestación, lo que le hará perderse el partido frente al Barcelona.

Este envite, que hubiera supuesto la expulsión de Palop y el penalty que daría la ventaja a los locales y que se saldó con un desenlace tan inicuo como imprevisto marcó definitivamente el devenir del choque. El denodado esfuerzo de los de Schuster pasó factura y el cansancio se confundió con la falta de ilusión. Renato, otra vez por alto, otra vez por la banda de Marcelo, otra vez a pase de Navas, finiquitaría el duelo dando los tres puntos a su equipo.

Nueve punto de diferencia frente al excelso Barcelona que destroza a todos y cada uno de los rivales que encuentra a su paso con una voracidad que recuerda sus mejores épocas. Nueve puntos para afrontar el derby en el Nou Camp sin Robben, sin moral y sin valores. Sin un santo al que aferrarse y sin la certidumbre en el corazón. Nueve puntos con más de nueve lesionados y con un presidente en la picota.