Cuando era pequeño, recuerdo que tenía un tío muy pesado, el hermano de madre. Mi padre le detestaba porque siempre solía llamar por teléfono en el momento más inoportuno y presentarse en casa cada vez que tenía ocasión, con todo, se olvidaba de nuestros cumpleaños y, en ocasiones, pedía dinero prestado a mi madre. Era soltero y tenía un trabajo bastante penoso, además, gustaba mucho de salir por ahí, andar con toda clase de mujeres y jugar apostando o a la lotería. Para mi abuela, era la oveja negra de la familia y siempre generaba toda clase de discusiones en las reuniones familiares. Todo el mundo estaba harto de él y solo, la inevitable consanguineidad le mantenía ligado a nosotros. Personalmente a mí me resultaba un tipo peculiar y patético, aunque todo el mundo decía que era capaz de grandes cosas, que había tenido mala suerte en la vida, pero que sus cualidades eran excepcionales.
Un buen día, de la nada, se presentó en casa con un montón de dinero, le había tocado la lotería, devolvió a mi madre todo lo que le había prestado a lo largo de los años y nos hizo un regalo a todos los hermanos. Recuerdo que a mí me compró un coche teledirigido, uno con el que llevaba soñando mucho tiempo. Desde ese momento se convirtió en el tío rico y todos lo adorábamos aunque su vida seguía siendo igual de desordenada y seguía llamando inoportunamente a casa y molestando a mi padre.
La selección española es ese tío pesado, esa oveja negra de la familia que de pronto se ha redimido. Sus partidos siguen siendo igual de molestos e irrelevantes. España-Bosnia, no merece ningún comentario. El triunfo en la eurocopa si bien no nos hace desear esta clase de partidos insustanciales, al menos, nos hace respetar a este grupo de jugadores que hace apenas dos meses llevaron al éxtasis a todo un país. La FIFA y la UEFA deberían hacer algo para que las fases de clasificación para los mundiales y las eurocopas tuviesen algo más de interés. Interrumpir los avatares domésticos de las competiciones ligueras, siempre salpicados de rivalidades fraguadas a lo largo del tiempo, de grandes partidos y grandes jugadores, de diferencias que se abren o que se cierran, de expectativas y desilusiones sigue siendo mucho más interesante que la selección, por más que nos haya hecho, por un mes, los ciudadanos más felices y orgullosos de todo el continente, no puede competir, todavía, con los clubes.
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