miércoles, 24 de septiembre de 2008

Siete


Instantes antes del partido Preciado arenga a sus hombres, les habla de lucha, de orgullo, de lo que significa venir a jugar en el Bernabéu. Barral, un viejo canterano madridista, escucha la charla con atención, se enfrenta al equipo de su vida y de sus sueños por primera como profesional, quiere dejar el pabellón bien alto. Sergio Sánchez, el cancerbero gijonés, ha estado pensando desde el domingo en borrar de su memoria los seis goles que encajó frente al Barcelona, qué mejor escenario que el de Chamartín. Maldonado, un extremo capaz de lo mejor y de lo peor, que siempre nos deja alguna perla memorable de su talento escondido a lo largo de la temporada, calienta intensamente en la antesala. Once hombres se enfrentan ante el todopoderoso Real Madrid, en su feudo, donde el equipo del que portan su escudo jamás ha vencido en su dilatada historia. Representan a una escuadra modesta, pero traen consigo a varios centenares de aficionados ilusionados con su reingreso en la máxima categoría que cantar sin cesar antes de que comience el choque, vienen a ver a su equipo dejarse las entrañas en el campo. Saben que la victoria es casi una utopía y así lo manifiestan, pero no pueden ocultar un arcano anhelo, ganar en el campo del Real Madrid. Donde jugó Di Stéfano, Puskas, Santillana, Butragueño, Zidane, donde juegan Raúl, Van Nistelrooy, Sergio Ramos, Rafael van der Vaart.
Comienza el partido, durante los primeros quince minutos el público asturiano se ilusiona. Barral y Kike Mateo están presionando a los centrales, Diarrá, como acostumbra, se atora cada vez que recibe un balón. Van der Vaart está demasiado adelantado y no se entiende con de la Red. Camacho y Míchel cortan todos los balones que pasan por la medular, parece que Maldonado puede hacer de las suyas en cualquier momento. Este Sporting huele a peligro, Raúl Cámara sube por la banda, cuatro hombres en la frontal del área madridista, los primeros pitos del respetable ante el mal juego de su equipo que solo es capaz de sacar la pelota con balones largos y que está siendo acosado por el empuje de once gladiadores que han venido a morir al cielo. Así es, a morir. Una jugada aislada, Diarrá consigue al fin combinar con de la Red, sin tiempo para pensar y ante la falta de espacios eleva un balón Raúl que peina sutilmente la bola, Van der Vaart, no tan rápido como el viento pero sí más que Iván Hernández y Colín gana la posición y engancha una volea impepinable. El primero.
Sergio Sánchez recoge la pelota del fondo de la red y abronca a su defensa. Resignado, Barral saca desde el medio. La hecatombe, nuevamente hasta cinco atacantes sobre el área del Madrid, Pepe tiene que emplearse con contundencia para rescatar un balón de una barahúnda de piernas sportinguistas que incluso se llegan a estorbar entre sí, con la voluntad solo no basta cuando tienes enfrente a la genialidad. Van der Vaart tenía una noche inspirada, de la Red conduce por la banda derecha, desprotegida ante una subida de Cámara, y pone el balón en el área. El holandés, de espaldas al marco, con un preciso e inverosímil toque de tacón, aloja el segundo. Las cosas pintan mal, minuto 33', 2-0, a Sergio Sánchez se le revuelve el estómago solo de pensar en otra goleada mientras Higuaín afila su puñal, quiere su gol, tiene que reivindicarse. Tres minutos después, tras una jugada de Robben, sentenciaría antes del término de la primera parte con un buen remate cruzado que se cuela junto al palo.
Los jugadores del Sporting se marchan cabizbajos, tres errores puntuales y flagrantes en defensa, o tres actuaciones inconmensurables antes de comenzar el partido les mandan a la caseta con la la perspectiva de cuarenta y cinco negros minutos por jugar. En el vestuario reina el desánimo, Preciado trata de insuflar moral a los suyos, pero en la mente de todos sobrevuelan los fantasmas del domingo en el Molinón. El míster castiga a Cámara, saca en su lugar a Neru y da entrada a Castro que suple a un desaparecido Maldonado, Pedro les acompañaría poco después, cuando la tragedia era irremisible, sustituido por Morán.
La segunda parte no puede empezar peor, Raúl asiste a Van der Vaart que desde la frontal del área, ajustando mansamente la bola al poste por raso, logra el cuarto. Hat-trick, la noche es suya, máxime cuando cuatro minutos después lanza un pase al espacio que es cazado por Robben para convertirlo en gol tras sortear al portero que había salido desesperado y a la desesperada. Pero no, la noche dice siete. En el 58', después de que Mateo lograse el gol de la honra, un potente chut del extremo holandés es repelido por Sergio y, tras rebotar en el travesaño, es empujado por Raúl al fondo de la red. Posteriormente, con una bella vaselina redondea la cuenta, el séptimo, del siete. Dos goles que recuerdan a los mejores tiempos de Raúl. El primero, inteligencia y picardía; el segundo, de cuchara.
Ahí se terminó el partido, Schuster dio entrada a Javi García por Diarrá y, en la recta final del encuentro, a Drenthe por Robben y a Saviola por Higuaín. Los cambios y puede que la compasión ante los jugadores del Sporting, en cuyo rostro podía leerse solo la desolación y el orgullo herido, provocaron que el choque bajara de ritmo y fuera apagándose paulatinamente tras la euforia goleadora hasta el pitido final, como un grito de alegría o de pesar.

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