La burocracia generalmente se nos presenta en la vida como algo que interrumpe nuestra cotidianidad. Muchos son los españoles que tienen que pedir el día libre en el trabajo para renovar su carnet de identidad, pasaporte, o permiso de conducir y que tienen que soportar las tremendas colas y las trifulcas que esporádicamente se generan en las mismas. No hablemos ya de declarar la renta ante la hacienda pública o de las multas de tráfico con sus consiguientes reclamaciones e incluso, el doloroso abono del importe. Quizá la comparación resulte un tanto escandalosa y exagerada. La selección, nuestra amada selección, campeona de Europa, tratarla como si fuera una gestión administrativa.... Quizá sea algo forzado el símil, pero no cabe duda de que el partido de esta noche ha sido un mero trámite. Y, al menos para mí, un trámite pesado e inoportuno, que, al menos, ha sido resuelto sin ninguna zapatiesta entre los que esperaban su turno.
Iniesta le sirvió un café bien cargado a Capdevilla a eso de las nueve de la mañana y después, él mismo, le puso un pincho de tortilla a Villa para amenizar la espera. Antes del medio día teníamos el estómago lleno y solo nos quedaban cuarenta y cinco minutos, según cálculos aproximados, en función de nuestro número, el 4, para que el funcionario nos atendiera. El propio Villa, un gran amigo, nos llamó por teléfono para hacernos compañía y Senna nos invitó a una cervecita a la salida. Conseguimos renovar nuestro permiso de desempleo, tendremos que hacerlo en cada partido hasta que llegue la Copa Federaciones. Turquía y Bélgica empataron, nuestros dos grandes rivales. Lo dicho, puro trámite, aunque no lo pasamos del todo mal. Este fin de semana, al fin, vuelve la liga.
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